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La misión de la familia.

La maravilla de la persona requiere la maravilla de la familia. Algo ¡imposible de exagerar…! Cuando los padres, gracias al amor recíproco, traemos un hijo a este mundo, nos convertimos en los primeros y principales educadores suyos. Y esa misión nos capacita para ser verdaderos líderes, dar lo mejor de cada uno, y lograr lo mejor de ellos. 

En esta entrañable tarea, lo más importante es quererles de veras por quienes son. A veces, vemos niños muy simpáticos y agradables, y pensamos qué suerte han tenido esos padres… Pero, nada más lejos de la realidad. Lo habitual es que lo estén aprendiendo de sus padres, y haya un trabajo laborioso, de artesanía, escondido tras esa conducta que aflora.

Porque, la persona se “construye” y se forja en la familia. Es donde encuentra ese ambiente saturado de cariño y confianza, donde ve y aprende a través de los ojos de su madre, de su padre, donde percibe cómo se quieren y se tratan entre sí… Y todo eso le llena de confianza y seguridad, ayudándole a construir su personalidad. Ese ambiente deja una huella indeleble en la vida de cada uno.

Los niños no salen buenos o malos…, sino que se hacen y rehacen en la familia, al saberse queridos de ese modo tan específico y entrañable, simplemente por quienes son: por ser personas ¡singulares!, ¡únicas!, valiosísimas.

Es el amor en el que se encuentra inmerso el que le ayuda a desarrollarse y forjar su mejor personalidad. No solo en las primeras etapas de la vida, sino especialmente, cuanto mayor es la plenitud y capacidad de amar de esa persona. Y nunca está “terminada”, siempre puede hacerse y rehacerse: ¡mejorar!

Cada persona es un gran regalo: el mayor regalo que podamos imaginar. Por eso, descubrir y tratar a los demás como personas, como seres de aportaciones, como seres relacionales, con sus cualidades específicas y fortalezas, y su singular capacidad de pensar en los demás…

En la familia es donde se aprende lo importante de la vida, de las personas que nos quieren. Y donde cada una puede ser ella misma, única, especial, excepcional; y a la vez, ayudar a los demás, con su cariño, su tiempo, sus cualidades cultivadas. Es decir, donde se realiza como persona, amando a los que tiene cerca.

Todo ello precisa tiempo y cariño, conversar con ellos, sabiendo escuchar con el corazón. Hay que prestarles atención, saber motivarles, con optimismo, con la belleza de unos valores humanos nobles, con nuestra  amabilidad… Transmitir con coherencia un ideal de vida, con unas pocas normas importantes y claras, que vayan iluminando y marcando un sendero. Mostrarles con la vida y el trato a los demás un modo de ser y de relacionarse propio de una persona, para ayudarles a lograr su mejor personalidad; pero ¡¡la suya!!, con sus talentos específicos.

Como decía la Madre Teresa, “no te preocupes si tus hijos no te escuchan…, ¡te están mirando todo el día!” Esto es muy consolador, también con adolescentes.

Esto se puede concretar, entre los dos, en planes de acción, con pequeños objetivos y unos medios para lograrlos. Y con una motivación adecuada en cada caso. Así se va configurando un proyecto personal para cada hijo. Atendiendo a sus distintas facultades, como es la inteligencia, sin olvidar el corazón, y la capacidad de actuar de forma libre. Es decir, con una voluntad entrenada en pequeñas cosas.

Y serán capaces de pensar en los demás, de acometer retos que los engrandezcan como personas. De esta suerte, aprenden a hacer las tareas de la casa por amor, y a demostrar el cariño. Primero en la propia familia, y luego con amigos, en el colegio…: se desborda eficaz en otros ámbitos.

Porque, el fin último de toda educación es enseñarles y hacerles capaces de amar. Por eso la necesidad de que se sientan de veras queridos, y de que perciban cómo se quieren sus padres entre sí. Es lo que les permitirá aprender a amar. La persona solo crece cuando ama: así va conquistando su plenitud, y como consecuencia es más feliz. Si quieres hijos felices, ¡enséñales a amar!

*Colaboración de María José Calvo para LaFamilia.info. Médico de familia por la Universidad de Navarra. Orientadora familiar y conyugal por IPAO, y a través del ICE de la Universidad de Navarra. Colaboradora habitual en la revista “Hacer Familia”. Blog personal: optimistaseducando.blogspot.com

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