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Concepción Cabrera, la beata que se enamoró de Cristo

Concepción Cabrera se convirtió el 4 de mayo de 2019 en la primera laica mexicana en ser beata.

Por P. Fernando Torre*

Concepción Cabrera Arias nació el 8 de diciembre de 1862 en San Luis Potosí. Desde niña se sintió atraída por Dios, especialmente en la Eucaristía, y se distinguió por su pureza, humildad y espíritu de sacrificio. Contrajo matrimonio con Francisco Armida en 1884; tuvieron nueve hijos. Enviudó en 1901. Tuvo gran devoción a cada una de las Personas de la Trinidad y a la Virgen María.

Su misión fue colaborar con Jesucristo en la salvación del mundo y la santificación de los ministros ordenados. En 1906 recibió la encarnación mística, gracia de unión con Jesucristo y de fecundidad espiritual. Murió el 3 de marzo de 1937, en la Ciudad de México. En 1999, el papa Juan Pablo II la declaró Venerable. El 4 de mayo de 2019, por mandato del papa Francisco, fue beatificada.

Por medio de esta mexicana de los siglos XIX y XX, el Espíritu Santo regaló a la Iglesia y al mundo la Espiritualidad de la Cruz –cuyo símbolo es la Cruz del Apostolado– y las cinco Obras de la Cruz. Esta espiritualidad ha dado origen a varios institutos religiosos y asociaciones eclesiales que constituyen la Familia de la Cruz. Los numerosos escritos de esta laica, mística y apóstol son fuente de vida espiritual.

Muy pocas mujeres casadas han sido canonizadas o beatificadas. Por eso, la beatificación de Concepción Cabrera de Armida significa un reconocimiento de la dignidad de la mujer; una revalorización del genio femenino y de la misión de la mujer en la Iglesia y en la sociedad.

Es un estímulo para las mujeres de cualquier nacionalidad, estado de vida o religión. La beatificación de una laica significa un reconocimiento de la igual dignidad de todos los bautizados; la valoración de la identidad y la misión de los laicos en el Pueblo sacerdotal; la afirmación de que la santidad puede alcanzarse viviendo en el mundo. La beatificación de una esposa y madre de familia es un mensaje claro de Dios para la Iglesia de hoy, en especial para las personas casadas: el matrimonio es un camino de santidad, un camino recto y seguro.