Por M. J. Pérez Barco – ABC.es
Ni tienes que ser una madre superdotada ni prodigiosa. Ni exigirte al máximo, ni hacer de todo ni hacerlo bien: criar niños prodigio, tener un aspecto fabuloso, ganar un buen sueldo, mantener la casa inmaculada, ser la esposa perfecta…
Las madres son como son, con sus virtudes y errores. Aceptarte a ti misma, tal y como eres, te hará la vida más feliz. Y eso es lo que Meg Meeker, pediatra y terapeuta, te aconseja a lo largo de las casi 300 páginas de su libro «Los diez hábitos de las madres felices».
En un viaje al interior de cada mamá, la doctora hace un llamamiento al cambio para liberar a las madres de la creciente presión que ejerce sobre ellas esta continua necesidad de perfección y del peaje que pagan a costa de su salud física, emocional y mental.
Con consejos muy prácticos y un lenguaje ameno, la doctora Meeker hará que disfrutes de tu vida y eduques a tus hijos sacando lo mejor de ellos y de ti misma. La autora aporta miles de ideas en su libro para empezar a ser una madre feliz y equilibrada. He aquí la primera recomendación que hace esta terapeuta para que comiences a construir tu felicidad:
Lo primero: Valórate como madre
Las madres occidentales, sobre todo, son demasiado críticas con su trabajo. Una forma de valorarte a tí misma es haciendo una lista de las cosas que realmente sabes hacer bien: escribe lo que eres, lo que te gusta y con lo que sueñas y, cuando tengas pensamientos negativos, piensa en esas cosas positivas. «Trabaja la lista», dice Meg Meeker: desde comprarte un conjunto que te haga una buena figura, hasta quedar con una amiga o hacer deporte si te apetece.
Ten otro aspecto en cuenta: las madres que no tratan de impresionar a nadie son más felices, por el contrario aquellas que se dan aires suelen ser más inseguras y no se sienten completas. Acéptate como eres, con humildad, y no trates de aparentar ni de impresionar a nadie. Te sentirás más cómoda.
2. Cuida tus amistades verdaderas
Querer a una amiga supone interrumpir el trabajo cuando ella tiene un problema; escucharla cuando estemos super ocupadas; salir en su defensa aunque estemos enfadas con ella… Trabajar la amistad es un hábito.
3. Deja de competir con otras mamás
La envidia y los celos se desatan en muchas mujeres cuando ven a otra madre que parece haber encontrado el equilibrio y la felicidad. Y a la vez sienten que quieren aprender de ella. Hay que dejar de competir con otras madres. Para ello:
— Reconoce que sientes envidia y no te engañes.
— Identifica el motivo de esa envidia. ¿Realmente necesitas eso que envidias? ¿Te va a hacer más feliz de verdad? Elimina ese motivo y deja de ser competitiva.
— Elogia con frecuencia a los demás.
— Céntrate en la plenitud, no en el vacío: Anota en un papel todo aquello por lo que estás agradecida, céntrate en lo que tienes. Hazlo durante tres o cuatro semanas, ya comprobarás tu estado de ánimo.
— Sé amable con tus seres queridos, los vecinos…
4. Crea una relación sana con el dinero
Tener una relación sana con el dinero es fundamental para un buen equilibrio. Piensa que:
— El dinero no te da la seguridad, sino la confianza en ti misma y en tus seres queridos. Gasta tus energías en ellos.
— Pregúntate por qué abres la cartera: si realmente compras un artículo por necesidad o porque tu mejor amiga también lo tiene.
— Busca la alegría en casa, no en el dinero.
5. Busca tiempo para la soledad
Si bien las madres necesitan a los hijos, la pareja, la familia, las amigas… también requieren de sus momentos de soledad. Les sabe a gloria:
— Empieza con ratos pequeños: ir a la frutería sola, sentarte en la terraza 15 minutos después de acostar a los niños…
— Busca un lugar para estar sola, y hazlo saber.
— Intenta tranquilizar tu mente: no pienses en todas las cosas que deberías estar haciendo, déjalo para más tarde.
— Profundiza: Aprender a esperar las respuestas y la paz.
6. Da y recibe amor de forma saludable
Hay cuatro maneras de dar y recibir amor de manera saludable, según la doctora Meg Meeker:
— Toma la iniciativa con tu pareja, aunque descubras tu corazón y eso te haga sentirte insegura. Si hay problemas, identifícalos y sé tú quien tome las riendas para solucionarlo. Sé la primera en cambiar.
— No te tomes a los seres queridos tan a pecho: cuando un ser querido te hace daño, a veces sus palabras no van contra ti sino que son muestras de su enfado.
— Aprende a interpretar a los demás y deja que los demás te interpreten.
— Expresa tu amor aún cuando no tengas ganas.
7. Vive de forma sencilla
Meg Meeker cree que la sencillez nos hará más felices. Para lograrlo aconseja:
— Identifica tus prioridades y persíguelas. «Haz una lista con los objetivos que tengas en el fondo de tu alma, tus esperanzas secretas, lo que harías si no tuvieras limitaciones de tiempo y dinero», explica Meeker. Ordénalas de 1 a 10. Después tacha todo excepto los tres primeros renglones: son tus tres expectativas más importantes. Trabájalas durante un año.
— Cambia tu manera de hablar: di lo que piensas.
— Pierde el control: estamos en la vida de los hijos por un tiempo limitado, hasta que pasan al mundo adulto. Les damos todo nuestro cuidado pero también hay que abandonar la idea de que somos totalmente responsables de lo que les ocurre.
8. Libérate del miedo
Para enfrentarnos a nuestros demonios lo primero es identificarlos, después admitir a qué tenemos miedo en concreto y repetirnos que vamos a destruirlo. La doctora Meeker expone una forma de insesibilizarse poco a poco a ese miedo: Imagina el mundo si tu miedo se hiciera realidad. Escríbelo en un papel y léelo detenidamente. Después rompe el pape y tíralo. Repite el ejercicio cada día hasta que sientas que controlas tu miedo.
9. La esperanza es una decisión: ¡tómala!
El secreto para ser feliz es mantener viva la llama de la esperanza. La terapeuta Meeker te propone cuatro maneras de conseguirlo: fomentar una actitud de agradecimiento, aprender a confiar, esperar que lleguen cosas buenas y plantar cara al pensamiento negativo.
10. Valora la fe
Todos creemos en algo. Así que la pregunta más importante es en qué debemos creer y por qué. Por eso, si la fe es una parte importante de nuestra experiencia diaria por qué no le prestamos más atención.
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